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*Miguel Ángel Morales





  
¿Cómo nos hace sentir la gran cantidad 

de información que vivimos actualmente? 

¿En qué medida la materialidad de cada 

lenguaje cambia nuestra voluntad?




Pienso esto mientras recibo un mensaje de What- 

sapp de un número no registrado. El mensaje es 
una escueta carita enojada. No entiendo si es una


broma o algo en serio (una falta, un error en el traba- 

jo, alguna impertinencia), sin embargo, efectivamen- 
te me hace decirme: alguien está enojad@ conmigo. 

No hubo necesidad de ponerlo por escrito, mi res- 
puesta tardó unas horas: una carita sonriente. Recibí 

el mismo gesto minutos después. Alguien conocido, 
inferí. ¿En qué medida impactan estos signos en 

nuestra forma de comunicarnzos diariamente? Si 
los emojis están cambiando la noción de puntuación 

(Sampietro, 2015), ¿podrían también estar modifi- 
cando algunas de nuestras nociones de gestualidad?


Algunos asimilan los cambios en la materialidad 
del lenguaje como pérdida o, caso contrario, como 

posibilidad. Me explico: a la par del desarrollo de 
nuevos lenguajes, técnicas o modos de ser, surgen 

el lamento y el regaño; los hubo por parte de Só- 
crates al criticar a aquellos que ocupaban la escritura 

en vez de apelar a la memoria directa; pero también 
hay entusiasmo. Cuando se propagó el furor por la 

 máquina de escribir, no pocos intelectuales y aca- 
démicos repudiaron su aparición: lo correcto era 

escribir manuscritos con la mano pegada a la hoja 
para que el conocimiento se transmitiera de forma 

“más” directa. Nietzsche fue de los pocos que arropó 
la nueva tecnología; dicen sus amigos que a partir de 

que el filósofo empezó a usar una Writing Ball Ma- 
lling-Hansen sus escritos se tornaron telegráficos, 

incluso más severos. El filósofo alemán lo sabía: 
«Nuestros útiles de escritura participan en la forma- 
samiento crítico y la validez de un interlocutor que se asume como 
ción de nuestros pensamientos». En efecto, la forma 
alguien serio, solemne. Su contrario era el lenguaje oral, propio de del lenguaje transforma lo que pasa en la mente de 
gente poco ilustrada e ignorante. Esta visión religiosa de la palabra 
cada uno de nosotros.

continuó hasta finales del siglo XX, anteponiéndose a la imagen, a Ahora, el escarnio se dirige hacia el lenguaje crea- 
la cual se le ha tildado de perniciosa, distractora, débil y de mínimo 
do en plataformas digitales, y nuevamente se apela 
valor frente a la letra fija. Tal perspectiva ha causado que se entienda 
el lenguaje y la comunicación a partir de un binarismo en donde hay a una pérdida de algo. Durante siglos, el sistema es- 
colar clásico (por mencionar, un aparato ideológico 
instancias superiores (la academia, el gobierno, los intelectuales, et- 
cétera) que regulan lo que la población genera a partir de un idioma.
regulador de la lengua) descansó en una idea: la gra- 
fía como representación de la inteligencia, el pen-



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